jueves, 31 de agosto de 2017

Death Note

La mejor escena de la nueva adaptación del manga Death Note

Death Note es un manga. Uno de los thrillers más trepidantes que haya leído en mi vida. Devoré los volúmenes a tal velocidad que necesité 3 bibliotecas porque el tomo que seguía estaba prestado cuando lo NECESITABA.
Dicho esto, no soy -creo- un talibán del tema.
Es cierto que vi el anime.
Y las live action japonesas con actores de carne y hueso.
Y el Death Note Relight.
E incluso la rara L: Change the world
._.
No voy a hacer una enumeración de todo “lo que está mal” en la live action americanizada que ha hecho Netflix porque entiendo que esto, es una versión más.
No se trata de replicar el manga.
¿Acaso se puede?
Unos segundos para pensarlo de verdad.
¿Se puede?
Por poder, claro que se puede. La tecnología permite muchas cosas. Pero toda versión que adapte una obra no deja de ser “una versión de”


Sucede algo así con la ópera.
Los nibelungos de Wagner eran un tipo con un casco de cuernos apoyado en una roca de decorado. Se sigue representando hoy. Pero ha visto (y padecido) numerosas versiones: escenario futuristas, medievales, industriales, post-apocalípticos.  E incluso cantantes no alemanes e incluso actores negros.
También es negro el actor que hace de L en la nueva Death Note.
El color de la piel del actor no importa demasiado cuando la obra y lo que cuenta trasciende el tiempo. Death Note es atemporal, como el cuaderno, y por ello permite cualquier versión. Claro que hay versiones fieles a la esencia y otras no.
El Death Note de Adam Wingard no tiene nada de thriller. No hay intriga ni juego psicológico entre dos mentes privilegiadas que se persiguen. Tiene una persecución de los tipos dos corriendo tan larga que hasta aburre. ¿Pero a dónde van?, pensé.
Tiene el cuaderno de muerte y la idea, morbosamente gozosa, de poder eliminar a cualquier con solo escribir el nombre ahí. Tiene la idea, algo utópica, de hacer justicia matando a los malos. ¿Matar a los malos te convierte en malo? Es un dilema desdibujado en la película.

Light Turner (¿Turner dices?) no tiene ni un ápice de la frialdad que tenía el Light Yagami (ese tipo que bajo la vigilancia de las cámaras hacía los deberes, mataba gente con la Death Note… ¡y se comía una patata frita!), aquí el mayor logro que le ofrece la Death Note a Light, no es hacer justicia, sino tener a su lado a la chica que le gusta. Con la que va al baile del instituto.
¿Qué baile de instituto? preguntarán los fans talibanes.


Dicen que habrá una segunda parte.
¿Y por qué no un musical? En serio, ¿por qué no?
¿Eso no es fiel a la obra original? Pues claro que NO.
Tsugumi Ohba y Takeshi Obata crearon Death Note y TODO lo demás “son versiones de”. Proyectos de gente a las que les encantó Death Note como a mí (como a ti si has llegado leyendo hasta aquí) y pensaron que se podría hacer…. ¿negocio? Eso también, sin duda. Y llevarlo al anime primero, llevarlo a las live action después, revitalizar del proyecto, hacer precuelas, exportarlo a América,...
Es por ello que en lugar de despotricar sobre esta (u otras) versiones, yo prefiero recordar el manga original y recomendarlo muy-mucho. Porque es ahí, en los 12 volúmenes de Ohba y Obata donde reside el verdadero espíritu original de esta obra de arte llamada Death Note.



Id a la biblioteca y buscad el manga


Death Note (2017) de Adam Wingard

jueves, 24 de agosto de 2017

El catálogo nunca miente

El catálogo de las bibliotecas de la Diputació de Barcelona (Aladí) está en continua evolución.

Ahora ya recomienda en función de elecciones. Es decir, “si te gustó A, quizás te gustaría B ó C”
O es lo que creo que debería hacer. Y sería bien interesante.
¿Y no lo hace?
Para evitar recomendar algo que quizá no te guste (y fallar como un vulgar humano) el catálogo usa la fórmula:
“Los usuarios que tomaron prestado A también se llevaron B….”
Y ahí es cuando los resultados son bien simpáticos.

Si te llevaste el DVD Ghost in the shell (y yo me lo llevé), te recomienda una guía de Euskadi.
._. ¿Khé?


Y si te llevaste El Exorcista...
Si te llevaste la novela El exorcista, aparecen vinculados libros de Federico Moccia o John Green. Reconozco que a mí, Moccia me produce casi náuseas (como para echar los guisantes como Rags, la niña poseída de la novela de Blatty). De ahí el vínculo, digo.
Quizás haya que pulir un poco, compas...



martes, 22 de agosto de 2017

What happened to Monday?



En 2073 el exceso de población obliga a la política del hijo único. Y se crionizan a los hermanos ya nacidos para “cuando se pueda”.  Un abuelete adiestra a sus SIETE nietas gemelas para que sobrevivan fingiendo ser una única persona.

Noomi Rapace sigue haciendo de Lisbeth Salander, aquí interpretando a 7 personajes iguales que solo se diferencian entre sí por el peinado y la ropa. A veces no las diferencio ._.

What happened to Monday? (2017) de Tommy Wirkola  


sábado, 19 de agosto de 2017

La bogeria



El fanatisme popular el mouries més amb figures que amb raons, que el poble no entén mai prou.  L’heroisme anònim no ha despertat mai cap idolatria, sense idolatria no hi ha fanatismes i sense fanatisme no es fan revolucions.

Llegir diaris, llegir diaris i enrabiar-me: ¡vet aquí el que faig ara!

I ¿que no és delirar, posar-se sota, quan no s’és prou àgil o fornit per a passar damunt?

Amb què em vols curar? Amb la vista del món… amb el contacte dels homes… ¡la cosa que més odio, la cosa que més detesto!

M’ estic a casa, fujo dels homes, perquè sóc un desenganyat, perquè temo el seu contacte, perquè em puden tots a carnussa de torrent i em remouen les tripes.

Per a ell tots els homes eren necis o malvats

Sota la quietud de sepulcre, fermenten en aquella casa tots els turments d’un infern.

… la societat en massa és qui empeny i estimba a aqueixos fossars de carn viva que en diem manicomis el 90% dels que hi pateixen.

viernes, 18 de agosto de 2017

Horror a manos llenas

El mundo está lleno de buenas personas.
Y de gente valiente y anónima, héroes de la vida quotidiana. Gente que hace lo que debe hacerse sin mirar a quien hacen bien y sin esperar nada a cambio.

Están los policías y los bomberos, gente que corre hacia el peligro porque es su trabajo.
¡Su trabajo! Mi trabajo es colocar libros. Me enfado cuando me sacan uno de sitio y no lo encuentro o cuando me aparece un carrito lleno hasta los bordes cuando es hora de cerrar.
Y están esas personas valientes que, sin capa, demuestran su valentía de superhéroe cuando se enfrentan a una situación extrema y aterradora.
Para mí casi todo es extremo y aterrador. Hasta ir a comprar el pan, a veces lo es.
Pero mis miedos y mi trabajo son cosas ridículas ante el HORROR (en mayúsculas).

Aterradoras tragedias nos obligan a asumir la fragilidad de la vida. Hoy estás. Mañana puede que no. El carpe diem es muy poético pero no se puede vivir así. Uno necesita creer que mañana su mundo seguirá en pie. Aunque nada lo garantice.
Somos efímeros e insignificantes seres en un punto azul pálido en el espacio.
Nuestra existencia es simple y nuestra vida aburrida. Y la vida es tan hipócrita que sigue cada día como si ayer nunca hubiera existido. Pero hay cosas bonitas. No entiendo esa manía de pisar las flores. No entiendo el mundo ni a la gente. A veces me siento rodeado de bestias (no de animales) sino de bestias humanas, cromañones cuya imbecilidad me envilece y me ensucia. En mi trabajo, en la biblioteca, huyo hacia el estante de Historia del arte o de Poesía. Y me escondo allí.
¿Dónde me puedo esconder en la vida? ¿A dónde huir? ¿Dónde está la paz y la seguridad? Todo cuanto veo en este mundo es horror, horror a manos llenas

miércoles, 16 de agosto de 2017

[-Por favor, no te suicides.]

-Por favor, no te suicides.
¿Cómo voy a matarme
si no tengo valor ni para cortarme el pelo?  
Pero no se lo digo.
Creería que es un chiste.
El silencio me hará parecer idiota,
pero abrir la boca parece confirmarlo.
Me callaré unos días más.
Ya se irá.
Yo ya me he ido
aunque siga aquí.
Estoy tan lejos ya
que ni siquiera me importa
quién seas tú.
He pintado un garabato en mi Diario.
Hablo del aparcamiento.
Las palabras escritas no bastan para esto.
¿Qué voy a decir que no sepa ya?
Pero cuando esté lleno,
escrito con letra minúscula e indescrifrable,
lo enterraré en el jardín.
Mi gran tesoro es un cofre vacío.
Aquí no hay respuesta y
ya ni siquiera me esfuerzo en preguntar.
Sólo la inercia me mantiene en pie.
Cada día es el mismo día.
Cada persona es la misma persona.
Su historia son matices.
Todo son versiones de la misma canción
que no me apetece escuchar.
¿Para qué preguntar tu nombre?
¿Para qué recordar tu rostro?
No me verás jamás.
Yo soy nadie
y nadie cabe en la nada.
Apenas puedo respirar
dentro de mí.

- Por favor, vuelve.
- Nunca he estado aquí.
Se enfada porque “lo complico”
todo es tan simple
no hay nada críptico
no hay laberinto
sólo hay dos puntos
sólo hay una recta
sólo una dirección.
Todo está roto
todo está sucio
todo está muerto
ya no queda nada
en pie
no queda nadie

despierto.

lunes, 14 de agosto de 2017

Las mejores películas (de mi vida)

Todo lo que sé de cine lo aprendí viendo películas y viendo un programa excelso de televisión llamado “¡Qué grande es el cine!”. Lo emitían en La2, los lunes sobre las 22:00. Constaba de una película (clásica) y un coloquio. El programa mutó de nombre y de canal y le perdí la pista.
Lo presentaba José Luis Garci, cinéfilo-cineasta, ganador del primer Oscar de Hollywood para una película en habla castellana, fan del fútbol, los dry martinis y el boxeo y la lucha libre.
Un día, a la búsqueda de podcasts (una de mis aficiones) encontré “Cowboys de medianoche”. Allí estaba Garci charlando, en teoría de cine, con Luis Herrero y Don Eduardo Torres-Dulce (el fiscal cinéfilo), un gentleman fan de los westerns y de Sherlock Holmes. Luego se les unió Luis Alberto de Cuenca, poeta pop, bibliotecario y que tiene una maravillosa habilidad para no estar nunca en desacuerdo (o en todo caso, no mucho) con nadie.


Durante un tiempo les dio por hacer listas de películas, por géneros, por temáticas, de actores, de directores,... abrieron la opinión a los oyentes y con todo el material compusieron un libro de listas.

A la gran lista confeccionada por los votos de los oyentes, se le añaden algunas de particulares. Aparte de los 4 cowboys (Herrero, Garci, Torres-Dulce y de Cuenca), reaparecen el “grupo salvaje” de “¡Qué grande es el cine!”.
Cinéfilos y amigos como Inocencio Arias, Víctor Arribas, Juan Cobos, Juan Manuel de Prada, Antonio Giménez-Rico, David Gistau, Juan Miguel Lamet, José Antonio Pruneda, Nativel Preciado, Oti Rodríguez Marchante, etc… Sólo eché en falta a Miguel Marías.


Luego están las listas cinéfilas de gente diversa, desde Alaska y Juan Marsé a Eduardo Zaplana o José Ignacio Wert. Todo el mundo sabe que a Pablo Iglesias le gusta la serie “Juego de tronos” pero ¿saben ustedes que una de las pelis favoritas de Wert es “El guateque” de Blake Edwards?


Tampoco faltan las listas cinéfilas de “las parejas cowboys”, me refiero a la actriz Andrea Tenuta (pareja de Garci), a la diseñadora de vestuario Lourdes de Orduña (pareja de Eduardo Torres-Dulce) y la doctora en filología francesa Alicia Mariño (pareja de Luis Alberto de Cuenca)


Y como ya es tarde para mandar mi lista al programa, la dejaré aquí. Esta es mi lista HOY (mañana vete a saber).

El maquinista de La General (The General, 1926) de Buster Keaton & Clyde Bruckman
¡Qué verde era mi valle! (How Green Was My Valley, 1941) de John Ford
Ser o no ser (To be or not to be, 1942) de Ernst Lubitsch
Perversidad (Scarlet Street, 1945) de Fritz Lang
Los niños del paraíso (Les enfants du paradis, 1945) de Marcel Carné
Calle Mayor (1956) de Juan Antonio Bardem
Trono de sangre (Kumonosu-jô, 1957) de Akira Kurosawa
Horizontes de grandeza (The big country, 1958) de William Wyler
El apartamento (The Apartment, 1960) de Billy Wilder
Psicosis (Psycho, 1960) de Alfred Hitchcock
Vidas rebeldes (The Misfits, 1961) de John Huston
Secretos de un matrimonio (Scener ur ett äktenskap, 1973) de Ingmar Bergman
El padrino part II (The Godfather: Part II, 1974) de Francis Ford Coppola
Hannah y sus hermanas (Hannah and Her Sisters, 1986) de Woody Allen
Ghost in the shell (Kôkaku Kidôtai, 1995) de Mamoru Oshii
Eyes wide shut (1999) de Stanley Kubrick
You’re the one una historia de entonces (2000) José Luis Garci

domingo, 6 de agosto de 2017

La madre del Gamer

Antes de abrir la biblioteca el Gamer ya estaba allí.

El Gamer es un chico paliducho de unos siete años que se pasa el verano en los ordenadores de la biblioteca. Según las tablas de Moisés (el reglamento de la biblioteca) solo los mayores de 9 años pueden estar solos en las instalaciones. Pero cuando se informó de ello a la madre del Gamer, ella fingió no entender ni una palabra en nuestro idioma (lo cual debe ser engorroso para su trabajo de camarera en el restaurante chileno de la esquina).


Esta mañana, a las 10:15, la madre del Gamer ha entrado en la biblioteca y se ha dirigido a la zona de los ordenadores infantiles. A esa hora sólo estaba el Gamer jugando allí desde las 10:01 (abrimos a las 10, como ya habrán deducido). Yo estaba en el mostrador, escuchando a la señora mayor que sólo lee novela negra y necesita spoilear las tramas de todas sus lecturas, cuando he oído el ruido de una bolsa de patatas fritas abriéndose.
Debido a mi trabajo en la biblioteca he desarrollado algo así como un tercer sentido para identificar paquetes de comida abriéndose a dos pisos de distancia. He lanzado un vistazo hacia la zona de los ordenadores, pero la madre del Gamer estaba plantada de espaldas a mí y me tapaba la visión del niño comiendo. Y sabía que estaba comiendo porque le oía masticar.
-Disculpe - he dicho levantando el dedo como leve protesta.
La madre del Gamer no se ha movido, pero por detrás de la estatua ha asomado la cabeza del Gamer con los mofletes hinchados mientras hacía crujir el contenido de su boca.
- Y entonces va a su casa y la mata y todo es sangre - iba contando la señora mayor que como tiene tiempo se lee todas las novedades pero como no tiene amigas lucidas no puede destripar sus lecturas a nadie más.
- DISCULPE - he lanzado mi voz hacia los ordenadores de nuevo.
Entonces he oído a la madre del Gamer decir:
- Deprisa, deprisa.
Eso ya era demasiado. No sólo me aparca el niño solo allí, sino que le viene a traer comida a escondidas para que no tenga que dejar la partida. Pero la gota que ha rebasado el vaso de mi paciencia es que la señora tapaba con su cuerpo al niño comiendo. Es decir que ya sabía, o le parecía, que sentado en los ordenadores de la biblioteca no se debía comer, pero estaba allí apremiando al niño que comiese deprisa-deprisa, y procurando que yo no lo viese.
Me he levantado del mostrador y me he dirigido hacia allí dispuesto a desatar la tormenta del siglo (todo lo contrario de lo que hay que hacer según los manuales de mindfulness, empatía social y civismo avanzado. Pero hay momentos en la vida que hay que dar un puñetazo en la mesa y decir: ¡BASTA!)


Puedo entender a la gente que se emociona en la charla y no se percata que están hablando demasiado alto la biblioteca.
Puedo entender a la gente que se despista y olvidan bajar el volumen de su móvil.
Puedo entender los que devuelven un libro tarde porque la realidad te distrae.
Puedo entender a los que les sucede algo, una alegría o una desgracia, y ante tal avalancha de acontecimientos, pensar en devolver el libro a la biblioteca no es prioritario.
Pero los que se ponen a comer en los ordenadores de la biblioteca son unos guarros y punto.


- Disculpe, aquí no se puede comer -digo.
- No estoy comiendo -dice ella.
Miro al Gamer. El Gamer con la boca llena y restos de patatas fritas alrededor de la boca, en la camiseta de la patrulla canina y a sus pies, mira a su madre.
- Solo ha comido una -dice.
- ¿No ve que se pone todo perdido de comida y es asqueroso? - le digo a la madre del Gamer.
- Es solo un niño pequeño, él no sabe.
- ¡SE LO ESTOY DICIENDO A USTED!



Cuando he vuelto al mostrador, la señora mayor que lee novela negra ya había terminado con Pierre Lemaitre y ahora destripaba lo último de John Connolly.
._.



Notas al pie
“algo así como un tercer sentido” es un guiño a una frase de Homer J. Simpson

Como el Gamer no se había registrado en FRIV perdió la puntuación.

La señora mayor que sólo lee novela negra suele traernos galletas.